La ética equivocada
Por Emilio PalacioLas últimas semanas, tres noticias políticas provocaron intensos debates éticos en la prensa internacional:
1) Los sistemas de espionaje de Barack Obama,
2) el asilo al espía Edward Snowden y
3) las vicisitudes del vuelo de Evo Morales de regreso a su país, desde Europa.
Uno de los que mejor fijó la compleja relación entre ética y política fue el alemán Max Weber. Invocar su autoridad tiene sus complicaciones, porque como sociólogo práctico, Weber fue un fracaso rotundo. Fue él quien ideó, por ejemplo, el famoso artículo 48 en la Constitución de Weimar, que le sirvió a Adolfo Hitler para concentrar el poder. (Varias dictaduras del mundo todavía hoy utilizan alguna variante de ese artículo para hacer de las suyas).
Sin embargo, en el ámbito puramente teórico de la sociología, Weber tuvo algunas cosas inteligentes que decir.
Argumentó, por ejemplo, que nos iría muy mal si pretendiésemos hacer política desde la ética de las convicciones. Ese método no sirve, es peligroso, agregó.
La ética de las convicciones son los diez mandamientos: No hagas esto, no hagas aquello. Las circunstancias no cuentan ni importan. No espíes, ni siquiera cuando te amenacen los terroristas. No persigas al que revela una verdad, aunque haya violado la seguridad del estado. No interfieras en los aviones de los presidentes extranjeros, aunque ellos mismos se hayan encargado de despertar sospechas de que esconderán en ese avión a un espía peligroso.
El lado débil de esa ética de las convicciones es que solo tienen derecho a participar dos protagonistas: Dios y tú. Los demás no cuentan. Las convicciones u opiniones de tu vecino no tienen por qué interesarte. Tú sigues tus mandamientos y punto.
La ética de las responsabilidades parte del principio opuesto. Lo que importa son las consecuencias para todos, para cada uno de los que componemos el conglomerado social.
Alguien podría pensar que invoco a Weber para justificar la actuación de Barack Obama y algunos de sus aliados europeos la semana pasada. En parte es así. Creo que Edward Snowden no es un niño idealista, que Evo Morales no es un presidente democrático, que Rafael Correa no es honesto con sus colegas de otras naciones, que el terrorismo sí existe, que Rusia y China no son inocentes palomitas, y que jugar a los diez mandamientos en un mundo así sería irresponsable. Hay que evitar un incidente diplomático innecesario con gente de ese talante, por supuesto, pero sobre todo hay que tomar en cuenta las eventuales consecuencias de hacerles más concesiones.
Obama sin embargo no pasa la prueba de la ética de las responsabilidades. Todo lo contrario. Me refiero a que por varios años le dijo al pueblo norteamericano que se atentaba en Estados Unidos contra las libertades civiles con métodos que él jamás utilizaría, porque tenía un mandamiento ético que cumplir, y con eso ganó las elecciones. Convenció al pueblo con un mensaje imbuido de la ética de las convicciones. Y ahora resulta que ha descubierto que se equivocó, que exageró en sus críticas a sus rivales y que a veces sí hay que espiar.
Es malo utilizar la ética de las convicciones para hacer política. Pero es más malo aún descubrir que uno manejaba la ética equivocada cuatro años después de haber estado en el poder.
El autor es periodista
ecuatoriano.
Uno de los que mejor fijó la compleja relación entre ética y política fue el alemán Max Weber. Invocar su autoridad tiene sus complicaciones, porque como sociólogo práctico, Weber fue un fracaso rotundo. Fue él quien ideó, por ejemplo, el famoso artículo 48 en la Constitución de Weimar, que le sirvió a Adolfo Hitler para concentrar el poder. (Varias dictaduras del mundo todavía hoy utilizan alguna variante de ese artículo para hacer de las suyas).
Sin embargo, en el ámbito puramente teórico de la sociología, Weber tuvo algunas cosas inteligentes que decir.
Argumentó, por ejemplo, que nos iría muy mal si pretendiésemos hacer política desde la ética de las convicciones. Ese método no sirve, es peligroso, agregó.
La ética de las convicciones son los diez mandamientos: No hagas esto, no hagas aquello. Las circunstancias no cuentan ni importan. No espíes, ni siquiera cuando te amenacen los terroristas. No persigas al que revela una verdad, aunque haya violado la seguridad del estado. No interfieras en los aviones de los presidentes extranjeros, aunque ellos mismos se hayan encargado de despertar sospechas de que esconderán en ese avión a un espía peligroso.
El lado débil de esa ética de las convicciones es que solo tienen derecho a participar dos protagonistas: Dios y tú. Los demás no cuentan. Las convicciones u opiniones de tu vecino no tienen por qué interesarte. Tú sigues tus mandamientos y punto.
La ética de las responsabilidades parte del principio opuesto. Lo que importa son las consecuencias para todos, para cada uno de los que componemos el conglomerado social.
Alguien podría pensar que invoco a Weber para justificar la actuación de Barack Obama y algunos de sus aliados europeos la semana pasada. En parte es así. Creo que Edward Snowden no es un niño idealista, que Evo Morales no es un presidente democrático, que Rafael Correa no es honesto con sus colegas de otras naciones, que el terrorismo sí existe, que Rusia y China no son inocentes palomitas, y que jugar a los diez mandamientos en un mundo así sería irresponsable. Hay que evitar un incidente diplomático innecesario con gente de ese talante, por supuesto, pero sobre todo hay que tomar en cuenta las eventuales consecuencias de hacerles más concesiones.
Obama sin embargo no pasa la prueba de la ética de las responsabilidades. Todo lo contrario. Me refiero a que por varios años le dijo al pueblo norteamericano que se atentaba en Estados Unidos contra las libertades civiles con métodos que él jamás utilizaría, porque tenía un mandamiento ético que cumplir, y con eso ganó las elecciones. Convenció al pueblo con un mensaje imbuido de la ética de las convicciones. Y ahora resulta que ha descubierto que se equivocó, que exageró en sus críticas a sus rivales y que a veces sí hay que espiar.
Es malo utilizar la ética de las convicciones para hacer política. Pero es más malo aún descubrir que uno manejaba la ética equivocada cuatro años después de haber estado en el poder.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
Diplomado en Coaching Ejecutivo ONU(
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