La "venganza" de los ciudadanos contra los que han corrompido la sociedad, degradado la democracia y empobrecido al mundo ya está en marcha. El objetivo final es cambiar un sistema que ha dejado de ser democrático y se ha convertido en indigno e injusto por culpa del monopolio del poder que ejercen los partidos. La democracia ha sido sustituida por la oligocracia y los ciudadanos han sido expulsados de los procesos de toma de decisiones. Tras haberse apropiado del Estado y de todos sus recursos, los ciudadanos no pueden cambiar el sistema, pero sí pueden convertir la vida de los políticos en un infierno.
La "venganza" de los ciudadanos ya está en marcha y afecta a casi todo el mundo: en las dictaduras árabes, el pueblo se rebela contra los sátrapas, mientras que en Occidente desarrollado las masas votan en contra de lo que sus gobiernos les proponen y castigan sin misericordia en las urnas a los partidos políticos y a sus políticos profesionales. En Islandia han expulsado al gobierno y han decidido no pagar las deudas contrídas por políticos venales y redactar una nueva constitución verdaderamente democrática y ciudadana. En Cuba y otras dictaduras, la oposición ciudadana al abuso se viste de resistencia y sabetea la economía. Todo estos ejemplos mundiales, junto con otros muchos desconocidos y lo recientemente ocurrido en Finlandia, donde la extrema derecha acaba de quintuplicar sus votos, es una njeva consecuencia de la venganza cívica contra los sucios políticos que gobiernan contra la voluntad popular y han asesinado la democracia en todo el mundo.
Muchas propuestas de la Unión Europea, entre ellas la de dotarse de una Constitución común, fueron torpedeados por los ciudadanos, que votaron en contra de lo que ya habían aprobado sus respectivos parlamentos, demostrando así que existe un divorcio profundo entre la casta política y la ciudadanía. Ese divorcio entre ciudadanos y políticos, convertido ya en un enfrentamiento agrio, es el rasgo más importante en la política mundial en los comienzos del siglo XXI.
Los caminos de la "venganza" democrática son muchos: apoyo a partidos minoritarios; voto en blanco, abstención, oleadas de votos nulos, desprestigio de la clase política, desprecio y abucheos públicos a los dirigentes, insumisión fiscal y un rechazo creciente, que a veces se transforma en odio, hacia los dirigentes fracasados que han llenado el mundo político de corrupción, privilegios inmerecidos, enriquecimientos inexplicables, nepotismo, desigualdad, abuso de poder, burocracia inútil y desprecio real a una ciudadanía que la democracia define como la "soberana" del sistema.
En España, uno de los países del mundo donde los estragos causados por los malos gobernantes han sido más insorporables, el antes admirado Zapatero, cuya rostro de político arrogante capaz de legislar contra la voluntad de las mayorías por fin ha salido a la luz, ha tenido que prometer a los ciudadanos que no se presentará a las elecciones de 2012 para evitar una catástrofe electoral al socialismo, su partido. Otros muchos dirigentes de la derecha y de la izquierda española padecen un claro rechazo ciudadano y un creciente desprecio por sus implicaciones en corrupciones, nepotismo, ayudas a familiares, enriquecimientos ilícitos y otra decenas de tropelías y canalladas políticas. Las próximas citas electorales españolas se perfilan ya como escenarios para una gran "venganza" de los ciudadanos contra los grandes partidos.
En Estados Unidos, la popularidad extraordinaria que consiguió Obama en su periplo hacia la Casa Blanca, se ha esfumado en apenas un par de años. Sorkozy le tiene pánico a la extrema derecha francesa, que hasta podría ganar las próximas elecciones, mientras que la alemana Ángela Merkel, a pesar de haber derrotado a la crisis y convertido a la economía alemana en el motor de Occidente, pierde una elección tras otra.
Los "síntomas" de la rebelión de los ciudadanos son tan evidentes y palpables que sólo los ciegos, los fanáticos y los políticos alienados y encerrados en sus burbujas de lujo son incapaces de percibirlos. Los ciudadanos se sienten traicionados y engañados por los políticos, a los que no perdonan sus reiterados fracasos en la economía, en la limpieza, en la justicia y en la lucha contra los grandes males del mundo: pobreza, desempleo, desigualdad, hambre, pérdida de valores, explotación, inseguridad y otros muchos.
La democracia ha quedado reducida a una relativa libertad de expresión y a una peregrinación ciudada a las urnas, cada cuatro años, para elegir a gente que ya ha sido elegida antes por los partidos políticos, toda una farsa indecente que los ciudadanos ya no quieren soportar más. La estadística dice que las filas de los descontentos, dispuestos a vengarse de la casta política, crece cada día con la incorporación de cientos de miles de nuevos ciudadanos indignados y enfurecidos contra los ineptos que les malgobiernan y que se han olvidado del bien común para convertirse en acaparadores de poder y privilegios.
Y de ese modo nuestro mundo avanza hacia la gran confrontación, hacia esa nueva gran guerra mundial que muchos pensadores han anticipado y descrito como una confrontación de gran alcance entre los pueblos y sus gobernantes.