C. K. Prahalad: El hombre que reinó en la cúspide de la base de la pirámide
Su nombre, C. K., podría asociarse más al del típico policía neoyorquino de serie B que a la de un gurú de gestión. Pero entre ambas figuras media un abismo, el abismo que dista entre la cúspide y la base de la pirámide. Sobre esta última, C. K., el gurú, o, para ser exactos, Coimbatore Krishnarao Prahalad, dio esperanza, luz y negocio a 4.000 millones de personas. Prahalad alumbró la "fortuna" en esa base de la pirámide, por cuyo hallazgo académico fue reconocido como el principal gurú del mundo, según el ranking Thinkers 50 de 2009, elaborado por el diario The Times. El pasado viernes 16 de abril C. K. Prahalad murió en San Diego (EEUU) a los 68 años de edad. Fue el fin de una vida de excelencia académica.
Pero no el fin de un sueño. No en vano, el legado de C. K. Prahalad va más allá de la palabra gurú, y la riqueza y esperanza en la base de la pirámide dan fe de ello.
El paso del tiempo suele poner a los auténticos visionarios y líderes en su lugar, pero en el caso de Prahalad no hace falta el transcurrir de los días. Basta comprender el último proyecto en el que se había involucrado activamente para comprender de primera mano que ese sueño que alumbró en la base de la pirámide era un sueño vital.
Siguiendo la senda de Gandhi, Prahalad se había enrolado en sus últimos tiempos en el proyecto India a los 75 años, una iniciativa en la que C. K. había propuesto una estrategia de seis pasos para convertir a la India, su país de origen, en una potencia de primer orden mundial cuando ésta celebrase en 2022 su 75 cumpleaños como nación independiente: convertir el potencial demográfico del país asiático –más de 1.100 millones de personas– en una ventaja competitiva en forma de liderazgo global, construir 30 de las 100 compañías del índice Fortune 100, generar alrededor del 10% del mercado mundial, convertirse en un centro mundial de innovación global, potenciar el renacimiento intelectual, investigador, científico, artístico y educativo de India a nivel mundial, y constituirse en un referente mundial de armonía dentro de la gestión de la diversidad.
Ese era el último sueño de Prahalad: convertir su tierra madre en un referente mundial, hasta la fecha sólo conocida por la pobreza y, en los últimos años, por las brillantes mentes salidas de sus facultades de ingeniería y el cine de Bollywood, del que habla por sí sola la oscarizada película Slumdog Millionaire.
Precisamente, el escenario que dibujó Slumdog Millionaire en el crudo y a la vez esperanzador filme fue la extrema pobreza de los suburbios de la India, que afectaba a la vida de niños huérfanos, esclavizados o explotados. Para bien o para mal, esa es la base de la pirámide en aquel país, el gran lastre para que ese sueño de la India a los 75 años saliese adelante. Durante los tres últimos años, la Confederación de la Industria de India ha estado intentado sacar adelante ese ambicioso programa. Por desgracia, el lastre fue, a la postre, excesivo y el proyecto quedó paralizado; o, para ser exactos, reducido a un sueño no por menor menos ambicioso: sacar de la pobreza a los millones de pobres del país. Ese era, en el fondo, el auténtico sueño de Prahalad: ver a los pobres vivir en un mundo mejor, de abundancia y prosperidad.
Sin duda, podría decirse a ciencia cierta que, aunque al final se ha visto frustrado, Prahalad estaba ante el sueño de su vida, pues el sueño estaba ligado a sus orígenes, a su tierna infancia. Basta acercarse a los orígenes mitológicos del nombre de pila del gurú, que, siguiendo la mítica leyenda, habría jurado conseguir la fama viendo en vida la regencia y la prosperidad en su tierra a costa del demonio Hiranyakashipu.
Debió C. K. escuchar por primera vez esa historia mítica al poco de nacer, en plena infancia, en su pueblo natal, Tamil Nadu, alrededor de sus ocho hermanos, hijos de un juez experto en sánscrito. De algún modo, el proyecto de India a los 75 años era, a decir verdad, la culminación de un hombre hecho a sí mismo y referenciado por la comunidad académica mundial por su teorías, artículos y libros.
Pero en el fondo, ese sueño no era sino la ejecución de una estrategia bien diseñada. No en vano, Prahalad ha sido uno de los grandes gurús de la estrategia empresarial de las últimas décadas, y la noción de la base de la pirámide debe entenderse como el descubrimiento estratégico de ese, hasta hace pocos años, océano azul –siguiendo el término de Chan Kim– inexplorado y virgen para las grandes multinacionales: los pobres. En este sentido, Prahalad, experto mundial en la estrategia, se había adentrado en ese ambicioso plan de la India a la ejecución, algo que hasta momento había puesto en marcha no él sino otro gran conocido de la región: Muhammad Yunus.
En este sentido, resultan elocuentes las palabras que dedicó un lector de la noticia del fallecimiento de Prahalad en The Times de la India: "La implementación de unas ideas tan magníficas como las de C. K. Prahalad puede ser la única puerta que nos conduzca a la prosperidad desde la base de la pirámide a lo alto de ésta. Comencemos, entonces, a pensar en la ejecución de esas ideas".
Es probable que en esa mirada sosegada y templada que quedará con el paso de los años los nombres de Prahalad y Yunus aparezcan unidos como dos gotas de agua o dos almas gemelas que remaron al mismo tiempo en la misma dirección; el primero, desde la academia, y el segundo, desde la práctica, convirtiendo al Graneen Bank en el banco de los pobres, esa entidad financiera capaz de hacer posibles los pequeños negocios y grandes sueños de miles de personas que viven en todo el mundo por debajo del umbral de la pobreza.
En esa mirada fría y templada debe enmarcarse precisamente la última visita de Yunus a España, que coincidió con la presentación del libro Un mundo sin pobreza, escrito por el propio Yunus en un alarde de esperanza e inteligencia estratégica para contemplar el negocio que se esconde en esa base de la pirámide.
Dos mentes tan paralelas como brillantes las de Yunus y Prahalad; el primero, premio Nobel: gurú mundialmente reconocido el segundo; ambos doctores, y ambos doctos como pocos en el arte de la estrategia. Prahalad se había formado desde joven en ciencias, concretamente en Físicas, por la universidad jesuita de Loyola, en Madras. Y como físico pero amante de la estrategia, no tardó en recalar en una escuela de negocios, en este caso, el Institute of Management de Ahmadabad, una de los grandes perlas de la India en formación de directivos, justo a la Indian School of Business.
Dicen los directivos y profesores de las mejores escuelas de negocios que algunas de las mentes más brillantes del mundo nacen de las facultades de la India, y en el caso de Prahalad no fue menos, pues, tras su paso por la escuela de negocios, recaló en Harvard Business School para doctorarse en management en 1972.
De nuevo, como reza el aserto, el talento atrajo al talento, y escuela y futuro gurú se unieron por la estrategia, pasión intelectual de éste y huésped de aquélla, que ha hecho de la estrategia su seña y bandera académica como institución. Prahalad labró su carrera en Harvard, pero al final recaló en la Escuela de Ross (Michigan), donde forjó en realidad el mito. En Michigan estalló como mente supina, gracias a los artículos que iría publicando en la Harvard Business Review, primero "Strategic Intent" (1989) y poco después, uno de los artículos más célebres por reproducidos y vendidos de la publicación: "The Core Competente of the Corporation", publicado en noviembre de 1990 justo a su colega, discípulo y luego gran gurú Gary Hamel.
La influencia y radicalidad del artículo publicado a la limón por Prahalad y Hamel fue tal que en el fondo suponía un ataque frontal al gran maestro de la estrategia competitiva, Michael Porter.
Si Porter había defendido –y sigue defendiendo tres décadas después– el posicionamiento estratégico (en diferenciación, costes o foco) y las cinco fuerzas competitivas, Prahalad y Hamel reivindicaron las habilidades y competencias distintivas, en un intento por constatar que las ventajas competitivas no dependían del entorno o industria sino que la propia empresa podía conseguir esas ventajas desde dentro de sí misma. Compitiendo por el futuro (1996) fue el libro que encumbró esas tesis y a los respectivos autores, que alumbraron en el campo de la estrategia una de las batallas conceptuales más acuciantes del momento: posicionamiento estratégico versus competencias distintivas, sólo comparable al mítico debate de las décadas de los sesenta y setenta entre estrategia versus estructura.
El concepto de competencias distintivas fue la primera gran aportación de C. K. Prahalad, situado en sus últimos días por The Economist a la altura de Peter Drucker por su vasto legado intelectual.
El segundo, el de cocreación, que inspiró el libro Co-creation, en donde Prahalad supo ver a tiempo que la innovación no tiene por qué surgir desde dentro de la empresa sino que los clientes, proveedores y agentes externos a la organización pueden ser fuente de innovación. En este sentido, sólo cabe entender el concepto de cocreación como el anticipio de lo que luego se ha denominado innovación abierta, que circunda por los discursos de los gurús del momento.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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