El desafío de una relación  entre y Argentina 


Siempre que se produce un cambio de gobierno en nuestros países imaginamos que se pueden llevar a la práctica pendientes en nuestra historia. Situaciones deseadas pero nunca resueltas; amores y afectos sin definición ni objetivos realizados. 

 


De esta manera, tenemos que abordar la posibilidad de avanzar en una relación estratégica para afrontar el futuro del vínculo entre nuestras naciones. 

Tanto el presidente Vladímir Putin como para la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se encuentran en un momento histórico que presenta este desafío. En la globalización actual, la fragmentación de las relaciones internacionales crea la necesidad de fortalecer las uniones bilaterales, para poder operar así de manera conjunta en las asociaciones multilaterales comunes. 

Tanto en el campo económico como en el científico-cultural, tanto en la búsqueda de acuerdos geopolíticos como en el terreno educativo, tenemos que integrar proyectos de inversión y desarrollo que faciliten la expansión y el crecimiento de nuestras sociedades. 

Si bien en nuestra historia existen antecedentes de fuertes lazos entre Rusia y Argentina, en los últimos 20 años la relación es menor y faltan motivaciones que sirvan de motor. 

En este plano de ideas, debemos definir objetivos de largo alcance. Primero, el uso de la energía, un recurso natural clave en el costo de producción de toda matriz económica. La extracción, exploración y desarrollo de petróleo y gas tanto en el Atlántico (off shore) como en tierra, especialmente las reservas de shale gas y shale oil pueden constituir el objeto de una inversión común. 

Segundo, sería deseable desarrollar una actividad científica común en el Atlántico Sur y la Antártida en la búsqueda e identificación de minerales raros, así como investigar la evolución del cambio climático y su impacto en las mareas. Esto se corresponde a su vez con los sucesos en el Ártico y el debate sobre la utilización de las vías navegables y la explotación de recursos off shore. 

Estas dos dimensiones en los problemas comunes pueden ser el inicio de la relación bilateral estratégica, que se debe enmarcar en los papeles geopolíticos con vistas a una inserción multilateral común. 

En el caso argentino, la prioridad es el MERCOSUR y la integración sudamericana, mientras que para Rusia es el fortalecimiento de la región situada más allá de los Urales, junto a los intercambios con la zona euro, especialmente con Alemania e Italia, junto con el papel trascendente que están teniendo los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). 

Sin embargo, una relación más estrecha es de interés mutuo. Para Rusia, porque le brindaría la posibilidad de penetrar en Latinoamérica desde un lugar diferente al tradicional. Del mismo modo, para nuestro país una colaboración más sólida con Rusia puede facilitar la inversión y comercio con una gran potencia y toda su zona de influencia. 

De ahí que esta demanda de política internacional constituya una oportunidad histórica, por la afinidad de los dirigentes, así como por la búsqueda de un nuevo paradigma en las relaciones internacionales que reduzca la fragmentación que impone la globalización y, que permita que las decisiones políticas se tomen con mayor grado de control y mayor capacidad de negociación en el vértice multilateral del poder internacional.