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domingo, enero 16, 2011

El itinerario que definió el cambio de gabinete


El itinerario que definió el cambio de gabinete

En las últimas dos semanas se instaló en el mundo político la convicción de que el Presidente haría un ajuste en su gabinete. Desde el principio se daba como segura la salida de Ravinet, Raineri y Camila Merino. La incógnita que rondaba era si Golborne iría a otra cartera. La crisis del gas en Magallanes -que gatilló el primer round entre técnicos y políticos en la actual administración- reforzó la certeza del cambio. Pero lo que lo precipitó fue la irritación de Piñera con Ravinet, cuyos últimos meses de gestión estuvieron marcados por fuertes disputas con el segundo piso de La Moneda. El resultado fue un giro en el diseño original del Mandatario, donde predominaban los técnicos, con la incorporación de figuras de peso político: Allamand y Evelyn Matthei.

por P. Canales, I. Toro, D. Labarca y W. Díaz - 16/01/2011 - 09:16

1. Los llamados que sellaron el destino de Ravinet y de otros tres ministros
El jueves a las 18.45, el Presidente Sebastián Piñera entró a una sala del aeródromo de Talca para llamar al ministro de Defensa, Jaime Ravinet. Minutos antes había estado hablando con los periodistas que lo habían acompañado en la gira de tres días por Rancagua, Talca y Valdivia, respondiendo a las versiones del cambio de gabinete. "Es un gabinete de lujo, sólo tiene algunos casos particulares", les repitió.

Ravinet, quien se encontraba en una reunión en el Ministerio de Defensa con los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, sabía que un llamado de Piñera no le traería buenas noticias. Las relaciones entre ambos estaban muy deterioradas desde hace meses y los trascendidos de que le pedirían la renuncia circulaban intensamente desde hace más de una semana en el mundo político.

El ministro no se equivocaba: un exasperado Piñera le enrostró que no había informado la compra de una casa, por más de US$ 1 millón, para el jefe del Estado Mayor Conjunto, Cristián Le Dantec, información que apareció esa mañana en el sitio de internet Ciper, hecho investigado por la Contraloría General de la República.

Las explicaciones de Ravinet de que ese era un tema de competencia de los militares sólo enfurecieron más al Presidente. Según cercanos al ex ministro, fue Ravinet quien le sugirió que no podían seguir trabajando juntos, a lo que Piñera habría respondido que el lunes conversarían, pero el ministro respondió que en ese minuto partiría a dejar su renuncia indeclinable a La Moneda y se la entregaría al ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter.

En el largo proceso de deterioro de las relaciones entre el ministro de Defensa y La Moneda jugó un papel protagónico la jefa del segundo piso de Palacio, María Luisa Brahm. "Ella detestaba que no le respondiera el teléfono inmediatamente y esperaba que le pidiera permiso para todo", señala un ex asesor de Ravinet.

Al principio del gobierno, el Presidente lo llamaba para hablar de política pero, al final, no le devolvía ni los llamados. "No le contestaban, no hablaba con el Presidente, estaba solo y sin respaldo político", cuenta un cercano.

En el segundo piso, sin embargo, señalan que "Ravinet siguió operando como se hacía antes, nunca se acomodó al nuevo estilo y forma que la administración quería imponer en la cartera", cuentan en Defensa.

Para La Moneda, el principal problema fue que desde los inicios de su gestión el Presidente le solicitó que el manejo de los fondos provenientes de la Ley del Cobre -que se estiman en más de US$ 3.000 millones- pasara a las manos del Consejo Superior de la Defensa Nacional (Consudena) y al Banco Central.

La ausencia de respuesta a esta solicitud empezó a encender las señales de alerta en el segundo piso.

En las dos primeras semanas de enero Ravinet acumuló una seguidilla de controversias que terminarían de sellar su salida. Las públicas fueron las relacionadas con los cuestionados argumentos con que negó información sobre la adjudicación del puente mecano del Biobío al Consejo de Transparencia.
Pero al mismo tiempo, el equipo de Brahm empezó a transmitir que Ravinet hacía gastos excesivos en giras y viáticos. "El no quiso cambiar las viejas prácticas asociadas a ese ministerio". Cercanos al  ahora ex ministro atribuyen esas versiones a "intrigas del segundo piso".

Fue entonces cuando se produjo el penúltimo round con Brahm, quien intentó impedir un viaje del ministro en el buque Aquiles a la Antártica junto a su par ecuatoriano, que incluía a sus esposas y a las de altos oficiales. Brahm logró vetar que viajaran las mujeres. Mientras estaba en la Antártica, se conoció su polémica respuesta al Consejo de Transparencia y luego vino su impase, calificando de "callampa" la polémica por el puente.

Según revelan en La Moneda, el golpe final de Brahm ocurrió tras enterarse de que Contraloría estaba a punto de evacuar informes cuestionando gastos del Ministerio de Defensa, relacionados con el puente mecano del Biobío, además de desembolsos del Estado Mayor Conjunto, comandado por Le Dantec, entre otros.

Brahm le informó al Presidente. En Talca, señalan en La Moneda, Piñera partió muy irritado a hablar con Ravinet. Sin calcularlo, su gesto precipitaría una decisión que se venía barajando desde hace meses y que había tomado fuerza la última semana: un cambio de gabinete.

"Vámonos rápido, vámonos rápido", le dijo Piñera al piloto del helicóptero que lo llevaría al lago Ranco, tras terminar la conversación con Ravinet.

2. Hinzpeter y Brahm convencen a Piñera de que el ajuste no puede esperar más
La noche del jueves fue forzosamente de balances. La atípica imagen del ministro de Defensa presentando su renuncia en La Moneda, mientras el Presidente estaba de gira fuera de Santiago, sin que nadie le agradeciera su gestión, había profundizado la sensación de crisis que habían instalado las protestas en Magallanes, desde hace una semana, por el alza del precio del gas.

Los partidos de la Alianza ya habían abierto un debate público sobre la necesidad de un ajuste ministerial. No había otro tema en los pasillos de Palacio. En resumen: debía ponerse fecha, y pronto, a lo que hasta ese momento no había ido más allá de análisis internos sobre la conveniencia y forma de un cambio de gabinete.

Esa noche, los llamados telefónicos fueron frenéticos. Los análisis apuntaban a la compleja seguidilla de fechas que se avecinaba y que complicaban el cambio: el miércoles siguiente estaba en agenda la interpelación al titular de Energía, Ricardo Raineri, cuya salida también era dada como segura.

Además, ese mismo miércoles llegaría a Santiago el Presidente de Perú, Alan García: no era razonable concretar algún cambio durante dicha visita. Y por último, el viernes 21, Piñera tenía planeado concretar el primer consejo de gabinete del año, fijado hacía varios meses atrás para establecer las metas y planear estratégicamente el 2011.

En ese escenario, el Presidente se inclinó, en principio, por realizar el ajuste el lunes 17. Cuando, ojalá, el subsecretario del Interior, Rodrigo Ubilla, hubiese desactivado ya el paro y las protestas por el alza del gas en Punta Arenas y Piñera hubiese vuelto de la gira que había iniciado el jueves por el sur. Y, con una cuota de fortuita ironía, exactamente un año después del triunfo presidencial ante Eduardo Frei. El masivo acto que habían planeado en la UDI y RN para festejar esta fecha tendría que cambiarse por una protocolar pero significativa ceremonia en uno de los salones de Palacio, con ministros abandonando sus puestos.

Sin embargo, la mañana del viernes las cosas comenzaron a acelerarse. La presión de los partidos iba en aumento. En la televisión y la radio, los dirigentes de la Alianza daban sus opiniones sobre la conveniencia de un ajuste. El clima, había coincidencia en el oficialismo, era insostenible. A esa misma hora, Ravinet abandonaba su oficina y disparaba por primera vez públicamente contra el segundo piso de La Moneda.  

Piñera no estaba completamente convencido de adelantar el diseño original de hacer el cambio el lunes 17. Pero recibió dos llamados telefónicos. Uno del ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter. Otro de María Luisa Brahm. No había más espacio, dijeron ambos, había que hacerlo ese mismo día. El calendario no podía seguir igual, el impacto de la salida de Ravinet era muy profundo. En el intertanto, el Mandatario sostuvo algunos contactos telefónicos con políticos de la Alianza, como el timonel de la UDI, Juan Antonio Coloma.

En paralelo, en la comitiva que lo acompañaba en su gira por Valdivia comenzaron a surgir diferentes versiones sobre la agenda del Mandatario. Que mantendría sus planes de celebrar el cumpleaños de Cecilia Morel el sábado en su casa de Lago Ranco, para el domingo partir a un hotel en Huilo-Huilo. Luego, que se suspendía dicho periplo y que el Mandatario volvería a Santiago esa misma noche. Más tarde, que se retomaban los proyectos originales.

Piñera no tardó en demasía en acoger las palabras de Hinzpeter y Brahm para dar la luz verde. Uno de los primeros en saberlo fue el senador Andrés Allamand, quien estaba con el Presidente durante la visita a Valdivia y supo por boca del mismo Mandatario que reemplazaría a Jaime Ravinet en el Ministerio de Defensa. Con una sonrisa imborrable, el ex timonel de RN había recorrido el Calle Calle con Piñera y almorzado un típico crudo de la zona a orillas del río.

Mientras la prensa que acompañaba al Presidente había partido de regreso a la capital a bordo del avión presidencial, éste tomó un helicóptero rumbo al lago Ranco. Poco antes de partir, tomó el teléfono y llamó a Coloma y a Carlos Larraín para notificarles de la decisión. Culminaba un proceso cuya recta final se había iniciado cuatro días antes.

3. El tenso comité político por la crisis del gas donde se cuestionó el diseño original del gabinete
El lunes 10, en pleno conflicto por los recortes a los subsidios del gas en Magallanes, los ministros políticos de La Moneda realizaron la reunión que sostienen cada semana con los presidentes de los partidos y parlamentarios de la Alianza. Las críticas al gobierno fueron severas y comenzaron casi de inmediato. Los secretarios de Estado habían repasado brevemente la reforma educacional y las elecciones en la DC, cuando de pronto el ministro Cristián Larroulet puso sobre la mesa el tercer tema de la tabla: la crisis del gas. "Es mejor pasar al análisis de fondo del asunto", afirmó de inmediato el senador Alberto Espina (RN). "Estás haciendo trampa", respondió  Larroulet.

Fue el único momento distendido de la reunión, que entre los asistentes recuerdan como la más dura del comité político desde el 11 de marzo. Cuando en la Alianza aún resentían la caída del Presidente Sebastián Piñera y el gobierno en la encuesta del CEP, divulgada la semana anterior, Espina sostuvo que el caso de Magallanes era un botón de muestra de los "autogoles" del gobierno, las descoordinaciones del gabinete y la falta de conducción política.

"Esto ha sido pésimamente manejado", afirmó. Más duro fue el presidente de su partido, Carlos Larraín. "¿Desde cuándo una medida económica no tiene efectos políticos?", preguntó el dirigente, antes de recordar los estragos que produjo ese mismo criterio en el caso del Transantiago, durante la administración Bachelet.

A esa altura, todos los parlamentarios se habían sumado a las críticas, incluyendo el presidente de la UDI, Juan Antonio Coloma. El recorte a los subsidios del gas tenía como telón de fondo, semanas atrás, el anuncio de privatización de sanitarias y entre los invitados aún existía malestar por no haber sido informados de la medida. No sólo eso. En la Alianza tenían claro el alto costo que iba a pagar el gobierno y el sector por no prever el cuadro político en Magallanes, una zona donde no tienen representación parlamentaria, y desplegaron desde ese lunes una fuerte presión para realizar cambios en el equipo ministerial e ingresar figuras de mayor tonelaje político.

En medio de duras críticas, que iban subiendo de tono, el ministro Rodrigo Hinzpeter tomó la palabra. Parlamentarios presentes en el encuentro señalan que el titular de Interior defendió la decisión de no echar pie atrás en los recortes a los subsidios al gas en Magallanes. Inmediatamente después, sin embargo, acogió los cuestionamientos de los parlamentarios y dejó en claro que él era partidario de armonizar las decisiones de carácter técnico con las políticas. A un lado lo escuchaban los ministros Larroulet y Felipe Larraín (Hacienda), quienes sí habían participado en las decisiones de la privatización de sanitarias y el recorte a los subsidios del gas. No eran los únicos: también se involucraron el ministro Laurence Golborne, en su calidad de director de Enap; la jefa del segundo piso de La Moneda, María Luisa Brahm, y Piñera.

La afirmación de Hinzpeter no sólo terminó catalizando las críticas de los parlamentarios durante la semana, marcada por las movilizaciones en Punta Arenas, las escenas de descontrol en el aeropuerto y las carreteras y dos muertos por accidente en las protestas. En La Moneda señalan que el Presidente se abrió a que las decisiones sensibles adoptadas en las reuniones bilaterales con sus ministros ahora sean revisadas por el comité político.

Antes de esa reunión, Piñera ya había comenzado a dar vueltas a la idea de realizar un cambio de gabinete. En La Moneda hablan de tres etapas para llegar a esa convicción. La primera pasó por las declaraciones de la ex ministra Camila Merino, cuando aún no eran rescatados los 33 mineros de la faena de San José y realizó una suerte de mea culpa por las medidas de seguridad implementadas por el gobierno. Las otras fueron el viaje que realizó este mes a la Antártica Jaime Ravinet, quien invitó a esposas de parlamentarios a realizar una travesía en el Aquiles, y los dichos de Ricardo Raineri sobre la crisis del gas en Punta Arenas, donde señaló que se había acabado "la fiesta" y las tarifas iban a subir.

Sumados, esos errores demostraban que el diseño original del gabinete, donde predominaban técnicos y académicos por sobre los políticos, estaba fallando. Camila Merino y Raineri eran un ejemplo de que el conocimiento técnico no bastaba, sin estar acompañado de una buena gestión y experiencia política.  El caso de Ravinet era diferente. Sólo faltaba responder a una pregunta para armar el rompecabezas para el ajuste ministerial:  ¿Qué hacer con Laurence Golborne?

4. La popularidad de Golborne y los dilemas del Presidente
Cuando las movilizaciones escalaban en Punta Arenas, el martes pasado, Piñera habló a solas con el ministro Laurence Golborne, quien, por instrucciones del Presidente, había defendido el día anterior el recorte a los subsidios en el precio del gas en Magallanes, junto a Rodrigo Hinzpeter y Ricardo Raineri. El Mandatario quería involucrar en la solución de la crisis a Golborne y apostar al capital político que le había redituado el rescate de los mineros, instalándolo con el 91% de adhesión. Así se lo sugirió en la conversación.

El titular de Minería se manifestó dispuesto a entrar de lleno en el conflicto, siempre y cuando asumiera el control de la pugna y le entregaran herramientas, que detalló, para llegar a puerto en las negociaciones.

Golborne había participado en la reunión del directorio Enap del pasado 28 de diciembre -donde se fijó el alza del precio del gas en Magallanes- y hace dos meses elaboró, junto a Ricardo Raineri, un informe que justificaba la medida. "Déjame pensarlo", le dijo Piñera a Golborne, tras escuchar su petición para liderar la crisis.  Pero no lo volvió a llamar y dejó el tema en manos de Hinzpeter.

Desde que la crisis de los mineros encumbró su popularidad, en La Moneda ha habido numerosos debates sobre cómo lidiar con Golborne. El primer efecto de sus altos índices de popularidad fue dar la partida tácita a la carrera presidencial al interior del gabinete, llevando a Hinzpeter a mover fichas con mayor intensidad. Aunque Golborne nunca lo ha explicitado, él cree que no es tan valorado en La Moneda debido a dos razones: la estrecha relación de Piñera con su ministro del Interior y la incomodidad que le produce a un Presidente tener menos adhesión que un miembro de su gabinete.

Algunos asesores le recomendaron a Piñera acercarse al ministro y salir con él a terreno, como una fórmula para capitalizar su popularidad. Otros apostaban a que la cartera de Trabajo podía ser una buena plaza, en la medida en que la ex ministra Camila Merino estaba mal evaluada y el gobierno quería reimpulsar la agenda laboral. En el segundo piso de La Moneda también creían que su perfil gerencial podía calzar con Economía y permitir el eventual traslado de Juan Andrés Fontaine a la presidencia del Banco Central.

Ninguno de los planes convencía del todo a Golborne. Pero varios factores se conjugaron esta semana para que terminara asumiendo como biministro de Minería y Energía. 1) En el segundo piso de La Moneda evaluaban hace meses la necesidad de fundir ambas carteras y luego incorporar una Subsecretaría de Recursos Naturales, encargada de enfrentar la escasez de agua en el país. 2) La gestión de Ricardo Raineri estaba mal evaluada y la crisis en Magallanes terminó profundizándola. 3) El titular de Minería tenía expertise técnica y podía tomar el control de la agenda energética, que se ha convertido en una de las principales preocupaciones de La Moneda.

El secretario de Estado no veía en principio con buenos ojos la posibilidad de hacerse cargo de la nueva cartera. Se trata de un ministerio riesgoso y que enfrenta temas de alta sensibilidad ciudadana, en el que hay que conciliar el déficit energético del país con el cuidado del medioambiente.
En vísperas del cambio de gabinete del viernes, el entorno de Golborne estimaba que el Ministerio de Defensa era un buen lugar para continuar su carrera política. El viernes, con escaso margen de acción para rechazar la cartera, Golborne recibió un llamado de Piñera para hacerse cargo de Energía. El Presidente le encomendó en la misma conversación su desafío más inmediato: resolver cuanto antes el conflicto en Magallanes.

5. Nuevo diseño del gobierno: el desembarco de los rostros políticos
El jueves, con la salida de Ravinet ya consumada, Piñera, Hinzpeter y Brahm iniciaron una serie de conversaciones. Para el viernes, en la mente del Presidente ya estaba dar un golpe de timón. Sobre la mesa estaba la idea de solucionar el déficit político del que adolecía el gabinete, que había tenido su punto de ebullición en la crisis del gas que paralizaba a Punta Arenas.

Justamente debido a este episodio, el titular de Energía, Ricardo Raineri, era una de las cartas fijas para dejar el gabinete. Su mal manejo comunicacional, la falta de previsión ante el conflicto que se venía por la disminución de subsidios al combustible y la nula oferta de medidas paliativas para la XII Región, gatillaron el diagnóstico negativo del Presidente, quien comenzó a pensar en su salida a fines de la semana pasada.

Piñera sumaría otros dos secretarios de Estado en la operación: la ex ministra del Trabajo, Camila Merino, quien venía mal evaluada, y el ex titular de Transportes Felipe Morandé, quien -según fuentes de La Moneda- nunca entendió que su misión clave era mejorar el Transantiago, cuyo impacto negativo en la ciudadanía se reflejaba en los índices de aprobación del gobierno y el Presidente.

El diseño del Presidente para el nuevo gabinete estuvo marcado por el desembarco de rostros políticos de los partidos de la Alianza. Y también supuso el ingreso de dos cartas presidenciales: Andrés Allamand a Defensa y Evelyn Matthei a Trabajo. Ambos se sumarán a los tres "aspirantes" que ya coexisten en el gabinete: Hinzpeter, Lavín y Golborne.

La definición, según revelan altas fuentes de Palacio, fue propiciada por el Mandatario con la idea de potenciar figuras que puedan asegurar la continuidad del bloque oficialista en La Moneda más allá del 2014. "Van a correr varios caballos y que gane el mejor", señala un personero del segundo piso.

Allamand evidenció su satisfacción durante esa jornada. Su arribo al Ejecutivo no sólo representaba cumplir con el anhelo que ya había manifestado en la conformación del gabinete original. Además, consolida aspiraciones presidenciales que, en privado, no ha tenido problemas en admitir. La apuesta, aseguran en su entorno, es capitalizar su arraigo en las bases partidarias en un eventual proceso de primarias, una fortaleza que no posee Hinzpeter, el otro militante RN del póquer de presidenciables. En los primeros meses de gobierno, el senador fue crítico de la administración Piñera y particularmente, del titular de Interior, con quien tuvo roces durante la campaña.

Hasta ahora, las evidencias de una carrera presidencial en el gabinete se habían limitado exclusivamente a la soterrada tensión entre Hinzpeter y Golborne. Ahora el escenario es distinto. El otrora senador RN buscará disputarle al jefe de gabinete el liderazgo político que ostenta, aunque para eso resultará clave saber si Piñera lo incluirá en la toma de decisiones del comité político que sesiona cada lunes. El titular de Minería, en tanto, deberá lidiar con la agenda de Energía -de alta complejidad y eventual riesgo de impopularidad-, misión encomendada por Piñera para que invierta el capital político que obtuvo con el rescate a los mineros. La senadora Matthei, si bien no ha explicitado aspiraciones presidenciales, podría entusiasmarse en la medida en que la prioridad que pretende dársele a la agenda laboral termina dándole réditos en las encuestas. Lavín, en tanto, deberá aspectar su futuro una vez que saque adelante la reforma educacional.

Con la llegada de dos políticos con experiencia partidaria y buenas redes en el Parlamento, como Allamand y Matthei, Piñera busca eliminar el persistente reclamo de RN y la UDI sobre falta de canales de comunicación con el Ejecutivo. Además, reforzarán las vocerías políticas y el despliegue de Cristián Larroulet en un Congreso donde el oficialismo no controla ninguna de las dos cámaras.

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Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU

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