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domingo, octubre 17, 2010

"Lo hicimos, y a la chilena" por Sebastian Piñera

"Lo hicimos, y a la chilena"


Sebastián Piñera
Presidente de la República

Si alguien todavía dudaba de que la fe mueve montañas, que somos un pueblo bendito por Dios, que cada vez que nos unimos detrás de metas grandes y nobles, nada ni nadie puede impedirnos alcanzarlas, esta semana -estoy seguro- sus dudas desaparecieron.

Cuando a las 00:10 horas del 13 de octubre, la cápsula Fénix II ascendió desde las profundidades de la tierra trayendo consigo al primer minero, Florencio Ávalos, supimos que un Chile nuevo había nacido a los ojos del mundo. Un Chile capaz de realizar tareas que para otros países podrían parecer imposibles, y de realizarlas bien. Un Chile en que hacer las cosas "a la chilena" ya no es sinónimo de improvisación o desidia, sino de unidad, esfuerzo, excelencia, planificación y sentido de urgencia.

Y cuando, sólo 22 horas después, Luis Urzúa, el último minero en ser rescatado, abrazó a su mujer en la superficie de la mina, el mundo entero supo que, en un desconocido poblado en el desierto de Atacama, la vida triunfaba sobre la muerte, la esperanza sobre el pesimismo, la unidad sobre la división, el heroísmo sobre el temor. Y es que lo que comenzó como la tragedia de 33 mineros anónimos atrapados en las profundidades de una montaña de un país pequeño y lejano, terminó convocando la atención del mundo entero y transformándose en una bendición para la humanidad toda.

En estos días, Chile ha demostrado que cumple sus compromisos, que nunca se rinde ante la adversidad, que jamás abandona a su gente. Dijimos que buscaríamos a nuestros mineros, como si fueran nuestros hijos, todo el tiempo que fuera necesario hasta encontrarlos, y lo hicimos. Dijimos que haríamos lo que estuviera a nuestro alcance para mantenerlos con vida, sanos y salvos, y cumplimos. Dijimos que, con la ayuda de Dios, los rescataríamos lo más pronto posible para devolverlos a sus familias, y aquí están, en medio de nosotros. Porque como nación los perdimos, como nación los encontramos y como nación los rescatamos.

Esta hazaña constituye un momento único que los chilenos no queremos, no podemos ni vamos a olvidar jamás. Un sentimiento poderoso que nos servirá de inspiración para cuando las sombras del pesimismo pretendan inundarnos el alma. Una fuerza invencible que ahora debemos orientar hacia aquellas metas y desafíos que tan esquivos nos han sido en nuestros 200 años de vida independiente, y que no podemos seguir postergando.

Porque cada vez que mirábamos al interior de esa mina, veíamos la grandeza de nuestra patria, pero también el corazón dolido de muchos de nuestros compatriotas. Veíamos la esperanza, el coraje, la solidaridad y la fe de un pueblo generoso y alegre. Pero veíamos también la pobreza, que afecta a más de dos millones y medio de compatriotas. La desigualdad social, que sigue ahí, inmutable, casi como una ley de la naturaleza. La mala calidad de nuestra educación, que muchas veces más que corregir inequidades, las perpetúa, traspasándolas de generación en generación. Veíamos un sistema de salud incapaz de proveer atención digna, oportuna y eficaz a todos chilenos y las condiciones precarias e inseguras en que miles de trabajadores chilenos deben cumplir sus labores. Veíamos, en fin, montañas de injusticias, de sueños inalcanzados y de promesas incumplidas.

Así como el túnel que perforamos en la roca viva fue un camino de libertad y esperanza para nuestros 33 mineros, ahora debemos poner todos nuestros talentos y energías para construir puentes, que nos permitirán hacer justicia, mejorar de verdad las condiciones de vida de millones de compatriotas y transitar desde el Chile de las desigualdades al país de las oportunidades.

El mundo entero nos admira y respeta por lo que hicimos para rescatar a nuestros mineros. Ahora somos nosotros quienes debemos aprender a confiar más en nuestras capacidades, para dejar de acumular problemas y empezar a implementar soluciones.

Algunos creen que se trata de simples promesas, de palabras vacías, de ilusiones vanas. Están equivocados. Como nunca antes, esta generación, la generación del Bicentenario, puede hacer realidad esos sueños que nuestros padres y abuelos siempre acariciaron, pero nunca lograron: hacer de Chile, antes de que termine esta década, el primer país de América Latina que alcanza el desarrollo, derrota la pobreza y crea oportunidades de desarrollo material y espiritual para todos sus hijos, como esta patria no ha conocido jamás.

De nosotros depende que el espíritu de unidad nacional que durante 70 días animó el rescate de los mineros subsista y se encarne con la misma fuerza y alegría en tantos otros desafíos pendientes. De nosotros depende que la llama que esta epopeya encendió dentro de los corazones de los 17 millones de chilenos no se apague jamás. De nosotros depende que ella continúe iluminándonos e inspirándonos en el cumplimiento de nuestros deberes para con nuestras familias, nuestros compatriotas y nuestra patria. De nosotros depende que se siga escuchando, de Arica a Magallanes, ese grito de fe, de esperanza y de amor: Viva la vida, vivan los mineros, viva Chile.


Fuente:emol
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU

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