¿Se puede ser demócrata y, al mismo tiempo, de izquierda?
La democracia moderna nace en el siglo XVIII, a la sombra del liberalismo, y concibe el Estado como un mal necesario al que hay que controlar para que no se desboque. La democracia consiste, pues, en un sistema de convivencia en armonía en el que los ciudadanos eligen al gobierno mediante voto libre y en el que tienen que funcionar controles y trabas para controlar a un poder político que tiende a deslizarse hacia el totalitarismo. Esos controles son, entre otros, la ley, la primacía de las libertades individuales, la prensa libre y crítica, obligada a "vigilar" al Estado y a los demás grandes poderes, una sociedad civil fuerte, capaz de contrapesar al gobierno y una separación efectiva de los poderes del Estado, que deben funcionar con independencia y vigilándose mutuamente.
Pero he aquí que llega la izquierda y dice que la verdadera democracia es otra, la que se basa en el poder del Estado, un poder que cuida los intereses del pueblo. Ese es el terrible y sanguinario comunismo, que se autoproclamó "democracia popular", que se transformó en una dictadura asesina que sólo fabricaba pobres y esclavos y que terminó siendo derrotado por los mismos ciudadanos a los que decía proteger.
Los socialdemócratas, que son nuestras izquierdas adaptadas a la democracia, aunque lo nieguen, tienen el alma lejos del liberalismo y más cerca del Kremlin que de la Casa Blanca. Siguen creyendo que el Estado debe transformar la sociedad y que el poder político y el Estado tienen que prevalecer sobre el individuo. Se adapta a la democracia, pero no cree en ella..
Ese sentimiento antidemocrático, surgido del odio al liberalismo y de la adhesión al leninismo, es el que explica comportamientos como el del español Zapatero, perturbadores y contradictorios para cualquier demócrata, que no entienden cómo el gobierno de una democracia occidental pueda seguir practicando el autoritarismo, ser intervencionista, odiar a la empresa privada, repudiar el libre mercado, controlar a los medios de comunicación, manipular, engañar y convertir la conquista y retención del poder en la única gran ideología.
Si la democracia tiene el alma "liberal", la izquierda nunca puede ser demócrata. Si la izquierda sigue anteponiendo lo "público" a lo "privado", un eufemismo que oculta que se prefiere el colectivismo y el Estado sobre el individuo y la sociedad, entonces esa izquierda jamás podrá ser demócrata.
Saludos,
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