Sábado 17 de Julio de 2010
Los verdaderos protagonistas
El aire acondicionado ronroneaba detrás de mi espalda, mientras el olor a quirófano se me pegaba en la ropa verde que me dieron al entrar. Sobre la cama, el cuerpo enflaquecido de Guillermo Fariñas exponía las consecuencias de 134 días sin ingerir alimentos sólidos ni líquidos. Me quedé mirando largo rato los catéteres que llevan hacia el interior de sus venas el suero que lo mantiene vivo y los antibióticos para frenar las múltiples infecciones. Hace apenas un par de días que Coco –como cariñosamente le dicen sus amigos– anunció la posposición de su huelga de hambre para dar tiempo a que se cumplan las excarcelaciones de presos políticos. El primer sorbo de agua que tragó después de tanto tiempo, provocó en su reseco esófago la sensación de una lengua de fuego que entraba a través de él y lo quemaba.
Con las secuelas producidas por un período tan largo de inanición, volver a beber y a comer no le garantiza a este psicólogo y periodista independiente que pueda sobrevivir. Su salud se encuentra deteriorada hasta el límite, como consecuencia de haber hecho con anterioridad otras 22 huelgas de hambre, una de ellas que duró casi siete meses y en la que exigía acceso libre a internet para todos los cubanos. Nadie puede saber a ciencia cierta si Coco Fariñas logrará estrechar –en un futuro cercano– la mano de esos prisioneros que él ha ayudado a excarcelar. Un trombo caprichoso se ha instalado en su vena yugular, las bacterias y los gérmenes se ensañan con su sangre y un intestino apergaminado –por no usarse– apenas si logra contener la flora que se le derrama hacia el abdomen. El héroe de la batalla por la liberación de 52 disidentes y opositores se la verá difícil para ganarle esta contienda a la muerte.
Justo en la primera madrugada después de anunciar que posponía su huelga de hambre, la familia de Fariñas me permitió quedarme a cuidarlo en la sala de terapia intensiva. Ninguno de los dos pudo dormir; él con una punzada en la ingle alrededor de la herida que la alimentación parenteral le dejó, yo con el temor de que después de haber llegado tan lejos fuera a morirse aquella misma noche. Regresé a casa triste y cansada, rodeada de anuncios optimistas sobre los presos que saldrían de las cárceles, pero con la convicción personal de que para Fariñas la cruzada por la vida recién comienza. Todavía me pregunto cómo ha sido posible que nos hayan cortado todos los caminos de la acción cívica, hasta dejarnos apenas con nuestros cuerpos para usarlos como estandarte, pancarta, escudo. Cómo ha sido posible que éste hombre dicharachero, agudo y profundamente humilde haya terminado negándose a tragar el sustento. Cuando en un país se suceden estas huelgas de vientres vacíos, es hora de preguntarse qué otras vías les han quedado a los inconformes, quiénes han prohibido los mecanismos de la expresión ciudadana.
Aunque los grandes titulares se explayan en la labor de mediación del canciller Miguel Ángel Moratinos y en la negociación entre la Iglesia Católica y el gobierno cubano, todos sabemos quiénes son los verdaderos protagonistas de estas jornadas. Ciudadanos a la manera de las Damas de Blanco, personas humildes al estilo de Fariñas y gente sufrida como el propio Orlando Zapata Tamayo lograron que Raúl Castro comenzara a descorrer los cerrojos. Sin el empuje de ellos, los siete años que han purgado los detenidos durante la Primavera Negra de 2003 hubieran podido convertirse en una década o en medio siglo de condena. Sin embargo, un hombre decidió cerrar su estómago a la bendición de la comida para lograr que ellos volvieran a caminar por una calle y abrazar a sus familias. Si uno lo mira de cerca –como lo vi yo la noche del jueves en un hospital de Santa Clara– comprueba que se trata de un delgado y sencillo villaclareño, que una vez vistió un uniforme militar como soldado de Cuba en la contienda de Angola. La misma voluntad que lo llevó a caminar 13 kilómetros –en tierras africanas– con un disparo incrustado en la espalda, le permitió mantener hasta hace unos días su negativa a alimentarse. El terreno donde ha tenido lugar su persistente protesta ha sido sobre su propio cuerpo, que es en fin de cuentas el único espacio que le dejaron disponible para llevarla a cabo.
Saludos,
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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