Furia de titanes, por Cristóbal Bellolio |
A fines de 2007, una columna de Eugenio Tironi entregaba recomendaciones a la Alianza para alcanzar La Moneda en 2010. Sostenía que la centroderecha debía "dejar de lado la denuncia y la agresión, asumir la obra de la Concertación, mimetizarse sin complejos con sus políticas y desdramatizar la alternancia presentándola como una mera cuestión de gestión". Es decir, todo lo contrario a lo que proponía el senador Allamand en "El desalojo": por una parte, dejar al descubierto sin pausa los errores del oficialismo, y, por otra, ofrecer una alternativa altamente diferenciada.
Allamand, con dureza, lo acusó de querer confundir a los aliancistas. En el reciente testimonio que escribió junto a Marcela Cubillos, los autores se preguntan: "¿Cuándo había surgido en Eugenio Tironi tal arranque de filantropía política y tan inusitado empeño en que la oposición corrigiera su estrategia?". Si tal consejo podía significar la derrota de la propia coalición, sostienen, resultaba impensable que fuera de buena fe. A través del libro que el estratega de la campaña de Frei acaba de lanzar, la escaramuza revive: Tironi cifra justamente en el abandono de la tesis allamancista la clave del triunfo de Sebastián Piñera. Al empresario "le bastaba con hacer una cosa: leer todas las noches "El desalojo" de Andrés Allamand, para chequear si durante el día se había ceñido a la máxima de no hacer lo que ese libro proponía: si era así, las cosas iban bien".
¿Tuvo finalmente razón Allamand y el desalojo? ¿O la tuvo Tironi y la mimetización? Los dos sostienen que sus respectivas tesis se impusieron. Con matices, claro. La llamada "teoría del desalojo", como el mismo senador reconoce, tomó vida propia más allá del contenido del libro (la supuesta beligerancia que auspiciaba el texto no resulta compatible con la efectiva colaboración que prestaron los parlamentarios de la Alianza, Allamand entre ellos, en proyectos emblemáticos del gobierno de Bachelet). La mimetización, por su parte, tampoco requería que el retador abdicara de su identidad y se despojara de todos sus ropajes, aunque se haya maquillado bastante.
Aun así, ¿es posible interpretar de manera tan distinta los mismos hechos y la misma campaña presidencial? No. Nunca tanto. Para el observador político resultan más plausibles los argumentos expuestos en "Radiografía de una derrota". Es innegable que la aproximación ideológica, programática e incluso estética a la Concertación rindió frutos a la candidatura de Sebastián Piñera. Por varias razones. La primera es obvia: en el seno del piñerismo se captó rápidamente que no era buen negocio trenzarse a golpes con una superestrella como Bachelet. Fue una acertada recomendación de Roberto Méndez, de Adimark, con la cual Allamand no estuvo de acuerdo. El tiempo demostraría que la ex presidenta era absolutamente incapaz de traspasar su popularidad al candidato Frei, y que, por tanto, era una variable independiente del problema. La segunda es más profunda: Piñera, lejos de acentuar su liberalismo económico, regaló promesas abstractas del tipo "extender la red de protección social a la clase media" o más concretas, estilo "bono marzo", siguiendo la misma línea de la Concertación. De hecho, haber empatado las propuestas proteccionistas de Frei, y haber abordado una agenda valórica más abierta, causaron cierto desacomodo en el panorama concertacionista. ¿No es acaso todo esto una especie de inteligente mimetización? En tercer lugar, desde la perspectiva retórica, "una nueva forma de gobernar" apela justamente a una transformación en los códigos de la gestión, no de las estructuras y contenidos. Alguien podría decir que a estas alturas, con el alto grado de consenso político y económico de los actores, la forma constituye el fondo. Puede ser, pero eso es también un reconocimiento a la similitud de la oferta sustantiva. Y en cuarto lugar, la "trivialización" de la elección que aconsejó Tironi y rechazó Allamand pudo efectivamente modificar a bajo costo la preferencia de electores tradicionalmente concertacionistas sin que se sintieran cometiendo pecado mortal. No olvidemos que terminó siendo la franja de Frei la que canturreaba incesante: "No da lo mismo".
Nada de lo anterior echa por tierra el esfuerzo analítico de "La estrella y el arco iris". Imponerse en esta disputa intelectual tampoco constituye la idea central del libro de Eugenio Tironi. Para Allamand & Cubillos, el objetivo es rendir tributo al trabajo de los partidos de la Alianza, no sólo en la campaña, sino en los últimos años. El de Tironi, responsabilizar a las cúpulas de los partidos de la Concertación de la derrota. En este caso, nuevamente, suena más verosímil la tesis del segundo. Aunque es exagerado afirmar que Piñera ganó "a pesar" de la UDI y RN, más desproporcionado es sostener que ganó "gracias" a ellos. Allamand no llega a decir esto, pero está cerca, cuando la realidad parece estar más cerca de lo anterior. Respecto de las cúpulas concertacionistas, el estratega de Frei no dice nada nuevo: admite que su candidato cargó un yunque con ellas, lo que fue fatal para las aspiraciones de ganar un quinto gobierno. En síntesis, ambos narradores están básicamente de acuerdo en las causas de la derrota de la Concertación (incluso el papel que le asignan a Marco Enríquez es coincidente), pero discrepan en las causas del triunfo de la Coalición por el Cambio (la que, Fe de Erratas para Allamand, nunca estuvo integrada por Independientes en Red).
Un último paralelo: antes de ser leídos, ambos fueron objeto de comentarios equivocados. Se pensaba que Allamand dispararía contra Piñera por su exclusión del gabinete, cuando hace justo lo contrario. Se pensaba que Tironi vendería a los culpables buscando expiación. Y si bien identifica sin titubeos los factores determinantes de la derrota (los que escapan a la campaña bajo su mando) el estratega no elude la autocrítica: acepta que la construcción discursiva de "más Estado" no tuvo el efecto esperado, reseña los defectos en el diseño de la imagen que transmitió el candidato y se hace cargo de una estética que por primera vez es abrumadoramente superada por el rival. Más importante aún: reconoce que nadie en la Concertación, ni siquiera él, entendió lo que querían los chilenos en materia de liderazgo presidencial. Tironi no llega a ser humilde, pero su tono dista mucho del de Allamand. En éste, la autocrítica no existe. Para qué, dirán algunos, si cuando un equipo gana se olvidan todos los errores.
Publicado en Reportajes de La Tercera, 09/05/2010
Por Cristóbal Bellolio.
Saludos,
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